La lluvia de anoche fue despiadada con los árboles. En el camino a la plaza observo desde el auto las ramas, los árboles arrancados o doblados y las hojas caídas tapizando las calles. Desde casa no imaginé este escenario.
Mientras conduzco con lentitud en las calles amodorradas, me cuestiono. Alguien podría objetarme que la naturaleza no tiene sentimientos, por lo tanto, no aplica el adjetivo “despiadada”, sin piedad. Lo creo también, pero el resultado fue así. Ojalá los efectos perjudiciales no hayan lastimado vidas y casas de personas.
En la plaza también se perciben las consecuencias del aguacero. El paisaje es poco agradable; los empleados del ayuntamiento llegan apenas para las labores de limpieza. Seco la banca con un papel y me siento con libro en mano y el café en la otra. El sol despunta e intuyo un calor sofocante al mediodía.
Abro las páginas y reanudo la lectura. Una voz familiar resuena. Hace días no la escuchaba. Me alegra reconocerla.
-¿Cómo estás, apasionado tranquilo?
Me desconcierta la expresión verbal. Saludo amistoso, pero con cara de interrogación. Mi interlocutor descubre la intriga y aclara, sin petición expresa.
-Franco Moretti, un crítico literario italiano, alumbró una definición maravillosa de la lectura como placer: es una pasión tranquila. Me gusta mucho, por su contenido y brevedad. En un gesto de honestidad, Moretti confiesa que la definición no es suya, que hay una historia atrás, pero eso no viene al caso. Tengo por hipótesis que muchas de las definiciones más reveladoras suelen ser breves y tan claras como para que las entienda todo el mundo. ¿No te parece?
-Una pasión tranquila. Un oxímoron. Sí. Me gusta, y creo que es así la lectura cuando se hace por gusto. Ahora entiendo lo que quieres decirme y me halaga.
¿Alguna vez pensaste en dedicarte a lo que disfrutas, como la lectura y los oficios alrededor? Sería maravilloso. Dedicarse a trabajar, o sea, a que te paguen, por hacer lo que te gusta.
Sí, lo sería. Es el empleo ideal, sin duda. Pero no sé cuánta gente tiene esa fortuna.
Pero no me respondiste. ¿Pensaste alguna vez en dedicarte a lo que te gusta? ¿Lo intentaste?
Lo pensé, sí, pero no tanto. Tampoco es que tuviera una vocación profunda por una actividad y nada más que por ella. No me quejo por mi vida laboral. No sufrí lo que hice y las circunstancias de la vida no siempre son las que uno desearía. A veces puedes decidir, otras, solo asumir con razonables argumentos las circunstancias que enfrentas y decisiones que no están en tus manos.
-Es verdad -dijo, advirtiendo el final de la conversación-. Bueno, te dejo disfrutar tu pasión tranquila mientras vuelves a la jaula de la rutina. Cuídate de todas las pasiones.
-Oye -le grité para detenerlo-. ¿Dónde leíste esa definición de la lectura? Me interesa.
-Con Baricco, Alessandro Baricco. El nuevo Barnum, se llama el libro.
Nos despedimos con la mirada. El siguió su camino y yo mi lectura, mi pasión tranquila. Barnum, repetí el nombre, para guardarlo en la memoria. Barnum. Barnum.