Entramos a la última etapa del ciclo escolar en medio de incertidumbre, como empezó. En el horizonte apreciamos atisbos de las lecciones aprendidas por los sistemas e instituciones durante el prolongado confinamiento pedagógico.
La pandemia de COVID-19 encontró sistemas educativos vulnerables frente a variables insospechadas, devastadoras ante la precariedad de la escuela pública. El coctel fue más explosivo en los contextos sociales, culturales y tecnológicos más débiles. La afectación, es una perogrullada, no es equitativa.
Paradójicamente, las autoridades del sector parecen poco asertivas y humildes, empecinadas en tratar de mantener una falsa normalidad o dominadas por el espontaneísmo, el embrutecimiento tecnológico o la simulación.
La pandemia, vieja maestra sabia e infalible, exhibió claroscuros que debieron ser estudiados, comprendidos y diagnosticados para diseñar proyectos de futuro. No inventó problemas educativos; nos colocó frente a un panel de pantallas que mostraban distintos ángulos de las falencias del sistema y las actuaciones gubernamentales.
Las alternativas que surgen desde las políticas públicas y los encargados de decidirlas revelan una crisis severa de imaginación pedagógica. En la medida que las comunidades estén más o menos politizadas vendrán reacciones y resistencias. Ya observamos ejemplos, como el regreso a la presencialidad a cualquier costo o el calendario escolar que decidió la SEP para el siguiente ciclo escolar.
En contextos más apacibles o sumisos, las inconsistencias y hasta aberraciones serán recibidas sin estridencias pero darán paso a la ingenuidad o la simulación. No hay espacio para ilustrarlo.
Hoy, cuando veo las decisiones que se toman de cara al nuevo ciclo escolar, reafirmo mi diagnóstico sobre el estado crítico de la imaginación pedagógica, y tiemblo ante la fortaleza de la hipótesis de que nuestro sistema escolar, desde la lógica oficial, se prepara para tratar, nada más, de restaurar todo lo que había antes de la pandemia con modificaciones cosméticas.
Nunca como ahora deseo estar absolutamente equivocado y que el futuro se diseñe con la mentalidad intrépida que demanda el desafío.