El único camino inexorable para todos, con diferencia de tiempos y circunstancias, es la muerte. Lo han escrito filósofos y poetas. Sobra decir cualquier cosa, que ya ha sido dicha mejor y con mayor autoridad.

Lo que escribo ahora, en este mediodía de nuevo caliente en Colima, lo inspira la noticia triste de la partida de Gloria Sierra, compañera y amiga de la Universidad de Colima.

Todos los recuerdos que tengo de ella son muy gratos. Unos plenos de gratitud, como el cariño que profesó a mis hijos y las muchas fotos que quedaron como testimonios de un valor mayúsculo ahora. Otros, de admiración, por su incansable tarea de ayudar a otros que más lo necesitaban, encauzando campañas de apoyo en la que alguna vez tuvimos oportunidad de participar.

En medio de una reunión me cayó la terrible noticia y se me nubló la mañana. Que ella descanse en paz y su familia, hijo y esposo, sobre todo, encuentren resignación y algún remanso en el afecto que sembró.

Todos tenemos una misma ruta trazada en la vida. Llegará más o menos dolorosamente, y lo que persiste es la obra y afectos. Gloria vivirá entre muchos de nosotros hasta que nos toque cubrir la misma ruta final.