Las buenas noticias en educación merecerían doble atención: por ser menos de las deseables, porque la escuela necesita más comprensión y no juicios sumarios contra sus resultados y actores, y porque existen esos hechos pero atraen menos interés que las notas escandalosas.
Esta mañana leí en “Educación Futura”, portal especializado en periodismo educativo, que los egresados de la Universidad Iberoamericana, institución privada de enseñanza superior, lanzó un programa dirigido a los albañiles para que puedan estudiar y concluir su formación básica y media superior.
Según la nota, once mil trabajadores ya recibieron los beneficios del programa, llamado “Misión Construyendo y Creciendo”. La iniciativa requiere que los constructores de la obra destinen un espacio para habilitarlo como aula y puedan dedicar dos horas al día a su alfabetización, cursar la primaria y secundaria, capacitación tecnológica, hasta cursos de crecimiento personal, como autoestima, salud sexual o violencia intrafamiliar. El Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA), por su parte, provee de los asesores capacitados para dirigir el trabajo en los grupos, actualmente 16, confiesa el líder del proyecto, José Shabot.
La iniciativa me parece encomiable. Estoy seguro que, como esa, muchas otras se realizan en todas las entidades del país, pero se conocen poco, se alientan con menos fortuna y no se potencian.
El ejemplo de los universitarios de la Iberoamericana ratifica que los grandes resultados demandan suma de voluntades, que minimizan costos mientras los impactos positivos se expanden a dimensiones incalculables.
Howard Gardner y el sentido común
Lunes por la mañana. Antes de comenzar la jornada laboral leo una entrevista a Howard Gardner, publicada por La Vanguardia (España). El creador de la teoría de las inteligencias múltiples explica, en lenguaje sencillo, ideas potentes.
De su entrevista me gustan dos respuestas: “las categorías de tonto o listo no cubren la diversidad del talento humano. Y, por tanto, que los tests de inteligencia no miden realmente nuestras capacidades, sino solo la de resolverlos.”
Con la segunda concluye: “Cada sociedad y persona entiende lo que quiere entender. Cuanto mayor te haces, más difícil es adaptar tu vida a un descubrimiento y más fácil adaptar el descubrimiento a lo que ya creías que era la vida. Por eso, voy a clase a desaprender de mí y aprender de los jóvenes”.
Sí, no cabe duda, el buen sentido común es lo más parecido a la sabiduría.