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Quemando posibilidades de cambio

Posted by Juan Carlos Yáñez Velazco

La pandemia es un pretexto perfecto para intentar transformaciones sustanciales en la educación. 15 meses después del confinamiento sigue siéndolo, aunque el desgaste ya es mayúsculo entre los protagonistas.

A nivel de los sistemas educativos, de instituciones o escuelas, de la práctica docente, los dilemas que produjo el encierro pedagógico desafiaron lo instituido y las condiciones, colocando a la educación al borde del colapso.

Por supuesto, entre más complejo y grande el sistema, más difícil la innovación; lo cual no significa, en automático, que cambiar el trabajo de docente y estudiantes en el salón (virtual, ahora) sea cosa de menor dificultad, pero entre mayor número de actores, variables e intereses se mezclen, más problemática es la transformación.

Tengo como hipótesis, por ejemplo, que se pierden las posibilidades de inyectarle vida a la enseñanza, restándole contenidos a los planes de estudio, pero acercándola a la vida cotidiana y las realidades de estudiantes y maestros. Rompiendo las barreras físicas de la escuela, el escenario pedagógico debió diversificarse. Creo que no fue la norma. Esa es una de las conclusiones más sombrías.

La gestión de tiempos, comunicación y conflictos fue desafiada. Cuánto se avanzó en dichos terrenos es incierto; quizá imposible de cuantificar en la macro escala, aunque las evidencias no son alentadoras: desde las autoridades, opacidad, intermitencia, lentitud y escasa asertividad fueron comunes durante estos meses.

Ensanchar el espacio de la enseñanza del edificio escolar a la casa debió ampliar perspectivas, no reducirlas en un simulacro donde se trataba de replicar las rutinas. Hay muchos ejemplos extraordinarios que pueden leerse, por iniciativas de supervisores, directores o maestros, pero fueron la respuesta desde la base, no como resultado de la inyección de creatividad emanada de las instancias de autoridad.

En ese panorama, las prácticas ejemplares que se desarrollaron tendrían que ser descubiertas, sistematizadas y analizadas, para producir lecciones que enriquezcan la pedagogía y reconozcan esfuerzos.

Las crisis son oportunidades, pero al mismo tiempo pueden ser tropiezos irreparables. Esta crisis, que nos obliga a responder con decisiones inéditas, entraña el grave peligro que sólo se procure regresar a alguna forma de normalidad en la semipresencialidad, restaurando daños menores, sin proyectar la escuela probable, necesaria y deseable.

La responsabilidad es colectiva, aunque unos tienen la obligación de trazar rumbos y conducir procesos. Hoy nos quedan a deber.

 

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