Poco a poco nos vamos enterando de la información oficial sobre los contagios de COVID-19 en las escuelas. Con mayor frecuencia, por canales informales, sabemos que en esta o aquella escuela se cerraron grupos, que la asistencia merma y el retorno a las aulas está lejos de concretarse.

La propia secretaria de Educación Pública, de cuyo nombre y prestigio no quiero acordarme, ha sido contundente y admite que todavía faltan muchos niños y maestros en las escuelas.

Con un estimado colega, Rogelio Alonso, intercambio mensajes al respecto. Él advierte que es delicada la difusión de información.

Es verdad. Están la reserva de los datos personales, el respeto a quienes se contagian, a las familias.

En una sociedad a veces inmadura e irrespetuosa, tiene riesgos que se haga pública la situación puntual de los centros escolares.

También coincidimos: es peor que no haya información.

Eso advierto en algunos casos, que además del respeto, prevalezcan intereses de no difundir, de minimizar u ocultar. De aparentar la normalidad que solo la estupidez puede justificar hoy.

Los aspectos que comento son la punta del tema. Son delicados, pero coyunturales.

Las grandes dudas que planteamos desde hace tiempo siguen vivas y urgen respuestas: ¿a qué escuela volverán los niños y jóvenes cuando llegue la hora de regresar todos? ¿Será la misma escuela? ¿Con qué pedagogías educarán los maestros?

Me temo que dos años después, las grandes preguntas que suscita la pandemia ni siquiera son percibidas. No importan a quienes toman decisiones.

Dejo tres interrogantes en el aire.

Primera. Este año la educación media superior debe ser universal para todos los muchachos de entre 15 y 17 años. Así se aprobó hace una década. Estamos lejos. ¿Cuál es el proyecto nacional? ¿Cuál es el proyecto en Colima? ¿Cuánto dinero habrá para eso?
Segunda. ¿Tienen los gobiernos el diagnóstico de los aprendizajes durante la pandemia? ¿Qué aprendieron y qué dejaron de aprender los niños? ¿Cuál es el proyecto pedagógico?

Tercera. La pandemia exhibió la impúdica desigualdad de las condiciones de los estudiantes, luego, de las probabilidades para cursar con éxito sus estudios: ¿cuál es el proyecto nacional para revertirlo? ¿Y en Colima?

Preguntas. Sólo preguntas. Preguntas como botellas al mar, buscando respuestas efectivas y estrategias que nos permitan suponer, con algún optimismo, que habrá vuelta a la página de desgracias que abrió la pandemia.