Cuaderno 2023

Amistades y afectos crecientes

Posted by Juan Carlos Yáñez Velazco

Esta mañana, tiempo de Culiacán, tuve el privilegio de atestiguar, a través de la pantalla, la presentación del libro de un dilecto amigo y admirado colega, Jorge Gastélum-Escalante, hoy profesor en la Universidad Autónoma de Occidente, de prolífica trayectoria en otras instituciones emblemáticas de su estado natal.

El nutrido público en el auditorio y en pantalla disfrutamos las participaciones de las comentaristas y el mensaje del propio autor de La cualidad también es científica. El método etnográfico de investigación, publicado este año por Editorial Porrúa.

Inició la sesión el comentario ameno y descriptivo de la doctora Ana Lucía Escobar, y luego, el de la escritora del Prólogo, Martha Corenstein, investigadora de la UNAM.

Después del gusto de compartir la alegría por un nuevo libro de Jorge, tenía el deseo de escuchar a Martha Corenstein, nuestra profesora de etnografía en dos semestres cuando cursábamos, Jorge el doctorado, yo la maestría. Como entonces, aprendí de la maestra, a quien sigo diciendo así, aunque tenga la máxima graduación universitaria. Ella es mi maestra. En el mundo personal íntimo significa: de quien aprendí, a quién admiro y agradezco enseñanzas.

Mientras escuchaba su docta, clara y precisa exposición, fue inevitable regresar la memoria a los pasillas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, a principios de la década de 1990, a nuestros días de clases con ella. Luego de estudiar a Goetz y LeCompte, Peter Woods, Malinowski, Paul Willis y otros autores, muchas veces salíamos juntos Jorge y yo a comer a Copilco, al comedor de una organización religiosa donde disfrutábamos la comida, el entorno silencioso y, en no pocas ocasiones, la jubilosa compañía de otros dos colegas de la legión “extranjera” en nuestra generación, José Luis y Vicente Sánchez, michoacanos y profesores de su universidad, que también tomaban los mismos cursos.

¡Qué ingenio de José Luis! ¡Qué elegancia de Vicente para desmentir o adjetivar a José Luis cuando soltaba sus ocurrencias a todas luces delirantes! La carcajada estallaba para dar paso a la siguiente. Y Jorge y yo, discretos, riéndonos con el par. Uno, riguroso profesor de Matemáticas; el otro, de educación física.

A Martha Corenstein no la vi durante muchos años. Creo que la última vez hace ocho, en Chihuahua, en un congreso de investigación educativa. A José Luis nunca, pero me dolió su muerte temprana cuando me llegaron las tristes noticias.

Vicente y Jorge, serios y académicos extraordinarios, luego fueron profesores de posgrado en la Universidad de Colima cuando tuve oportunidad de dirigir la Facultad de Pedagogía.

Con la maestra Corenstein espero no perder más el contacto y, tal vez, fastidiarla un poco en algún momento con alguna invitación.

Vuelvo a Jorge. Le tengo gratitud profunda por sus enseñanzas, porque también, siendo compañero de estudios, a veces me corrigió en corto y sin alardes. Luego, me distinguió invitándome a coordinar un libro colectivo que nos publicó Porrúa con un puñado de buenos colegas de Sinaloa y de la UNAM.

Agradezco su ejemplo de lucidez, perseverancia y generosidad, porque con tanto trabajo y tantas actividades, accedió a darnos una conferencia principalmente para los estudiantes del curso que imparto en la Universidad de Colima. Ahora, a esas razones, sumo la oportunidad del reencuentro feliz con mi maestra admirada de etnografía.

¡Felicidades, Jorge!

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