Entre mayo y junio muchas imágenes de infancia se instalan en la sala de estar de la memoria. Esta vez rondan recuerdos de momentos con mi padre; supongo que la razón es el calendario festivo que marca el tercer domingo de junio. La reminiscencia me transporta en el tiempo y geografía, para instalarse en las dos casas donde habitan las vivencias. Por fortuna, con los años los recuerdos de mamá ausente son más plácidos que dolorosos, aunque se extrañe siempre y a veces deprima. Si algo dejan las ausencias es aprendizajes, además de los dolores, que son el IVA.