A las aulas de miles de escuelas volvieron niños y jóvenes. Perplejo y escéptico observo el retorno. El documento emitido por la Secretaría de Educación Pública la semana anterior, con las consideraciones generales, instala dudas y una certeza. Empiezo con la última: la SEP carece de liderazgo, claridad e ideas para desenredar el nudo.
Fue así con Esteban Moctezuma y sigue, o empeoró, con Delfina Gómez.
El documento citado, de nombre kilométrico, dice que el regreso es voluntario, pero, si los padres no aceptan serán incorporados a un programa de “renivelación”.
El objetivo es valorar los conocimientos durante el periodo que se abstuvo de asistir a clases presenciales, para incorporarlo al nivel o grado correspondiente. Luego dice que a nadie se le puede reprobar, aunque no hayan realizado actividades, decisión controvertida entre los maestros, y que, sin más estrategias, parece otra medida del populismo educativo.
El regreso oficial es una decisión sustentada en la política. Está ausente la dimensión pedagógica, y amoldadas las sanitarias: el semáforo epidemiológico es una entelequia.
Todavía no sé sabe cuántos alumnos oficialmente abandonaron el ciclo pasado. Menos, cuántos abandonaron el actual. Tampoco se sabe en la SEP cuántos profesores no pueden volver porque fallecieron, tienen secuelas del COVID-19 o padecen condiciones de riesgo, en consecuencia, cuántos deben contratarse para el nuevo ciclo y a qué costo.
No existe un programa emergente para atender el impacto de la pandemia en el sistema educativo, con objetivos, políticas y acciones, pero también recursos. El presidente de la República anunció un programa de apoyo a las escuelas; es insuficiente, porque no abarca a todas y se requieren recursos para otras áreas, como la actualización de maestros, o la elaboración de materiales de estudio para nuevas prácticas.
Hay otras carencias en las dubitativas respuestas de la SEP. No se conoce la propuesta de evaluación diagnóstica; no está claro el modelo híbrido, ni las tareas que se aumentarán al magisterio.
No. No es lindo el paisaje educativo. Expertos y organizaciones insisten en que el regreso debe favorecer a los más perjudicados, porque son los niños de contextos pobres quienes perderán más con el largo confinamiento. No es el caso de Colima, pues aquí volverán 57 escuelas privadas, es decir, las que nunca se desconectaron de los estudiantes.
En conclusión hay razones para creer que, desde las oficinas donde se toman las decisiones más importantes, siguen jugando a la escuelita y lastimando presente y futuro de millones de niños.