Ayer estuve en la facultad para mi cuarta sesión presencial del curso en la licenciatura en Pedagogía. El edificio sigue solitario. Por lo menos los jueves. Poca gente observo. Estamos lejos del bullicio y la dinámica habitual que conocimos antes de la pandemia. En nuestro salón, el 8, estamos los únicos habitantes en muchos metros.
Mientras los estudiantes trabajan en el ejercicio de imaginación que les propuse, cada uno en su espacio y clavados en su cartel, salí a caminar. Son las 17:20 horas, pero el Sol se fue y refrescó el ambiente. Por asociación del calendario recordé los años antes prepandemia: concurso de altares de muertos, música, disfraces, papeles de colores por doquier…estudiantes yendo y viniendo, sonriendo todos, sin cubrebocas. Un trago de nostalgia me acentúa la desazón.
Aunque hayamos vuelto a las aulas, hay actividades que cambiaron drásticamente, que no volvieron todavía. ¿Regresarán?
Extrañé aquel otro mundo, que sólo ahora reconfirmo cuánta falta nos hace.