Leo con parsimonia Bajo presión. Cómo educar a nuestros hijos en un mundo hiperexigente, de Carl Honoré. Debí escribir: releo, porque lo revisé con detalle cuando preparaba La escuela que soñamos, una de cuyas premisas centrales es la revisión del tiempo en la escuela.
La relectura es una conversación entre el autor, el lector pretérito y el actual, que se detiene en las huellas para reafirmarlas, cuestionarlas o agregar anotaciones. O bien, en pasajes que antes pasaron desapercibidos o se habían olvidado.
Honoré, de pluma ágil, estilo fluido y dardos constantes, cruza con libertad de la escritura académica al periodismo, su oficio inicial, para dotarnos de ideas, hallazgos y pistas dentro del movimiento que pondera el valor de la lentitud.
Bajo presión es una invitación para replantearnos muchos aspectos de la vida alrededor de la escuela, como la infancia y la prisa paterna por desarrollar talentos de los hijos, la noción de éxito escolar y la urgencia por privilegiar a cronos en las aulas, con efectos letales en la alegría por el aprendizaje y la tortura a los niños en la desenfrenada carrera escolar.
Un párrafo me detiene casi a tirones: “Una cultura escolar basada en los éxitos a cualquier precio afecta a los niños de muchas maneras. La competencia puede ser un estímulo útil para el estudio, pero empieza a fracasar cuando el listón se eleva tanto que sólo valen las notas máximas. La lacerante sensación de no ser nunca lo bastante bueno…”.
Cierro la página. Pienso en las palabras de Carl y en los discursos que escucharán niños y papás en estos días cuando clausuren los ciclos escolares, sobre todo en colegios.
Pienso en los niños de hoy y su futuro en el laberinto de la escolarización. Dudo. Sombras me nublan el ánimo.