Para millones de niños en Latinoamérica, en África, en México, la experiencia de la infancia es la vivencia del hambre, como dice el colega argentino Pablo Gentili. Significa que la infancia, para millones de niñas y niños está lejos de ser una etapa plena de vitalidad y es un pasaje de sobrevivencia que salta súbitamente hasta la edad adulta, de las responsabilidad y obligaciones laborales. En días como hoy, contra el trabajo infantil, los periódicos dedican espacios para traernos opiniones y cifras. Leo, por ejemplo, una nota de Notimex con cifras de un grupo de académicos de la Facultad de Economía de la UNAM: en los últimos doce años, que corresponden a los gobiernos del PAN, México tuvo un incremento de 12 por ciento en la población de niños trabajadores: “Solo en el primer trimestre de 2012 se reportaron tres millones 270 mil casos, de pequeños de cinco a 12 años”. De ellos, dos millones 125 mil 500 son niños y un millón 144 mil 500 niñas. Además, de acuerdo con la misma fuente, UNICEF estima que de 2008 a la actualidad hay 190 mil menores de tres a cinco años incorporados a la economía informal. ¡Leyó bien: de tres a cinco años! Y su condición, como podrá imaginarse, se asemeja a la de quienes compran pasaje en tren sin retorno del precipicio: 42 por ciento de los niños trabajadores ya no estudian: “38 por ciento sufren una situación inestable en la escuela, y dos de cada 10 cubren de manera irregular sus estudios, en su mayoría, entre el cuarto y el sexto año del nivel básico”.
Difícil (y hasta ocioso) decir cuál libro de Eduardo Galeano es mejor, pero a mi me gusta mucho “Patas arriba. La escuela del mundo al revés”. En sus páginas iniciales escribe: “Día tras día se niega a los niños el derecho a ser niños. Los hechos, que se burlan de ese derecho, imparten sus enseñanzas en la vida cotidiana. El mundo trata a los niños ricos como si fueran dinero, para que se acostumbren a actuar como el dinero actúa. El mundo trata a los niños pobres como si fueran basura, para que se conviertan en basura. Y a los del medio, a los niños que no son ricos ni pobres, los tiene atados a la pata del televisor, para que desde muy temprano acepten, como destino, la vida prisionera. Mucha magia y mucha suerte tienen los niños que consiguen ser niños.”
Perdón por extenderme en la cita, pero quien escribe pretende provocar alguna reflexión y cierto escozor, por lo menos: “En América latina, los niños y los adolescentes suman casi la mitad de la población total. La mitad de esa mitad vive en la miseria. Sobrevivientes: en América latina mueren cien niños, cada hora, por hambre o enfermedad curable, pero hay cada vez más niños pobres en las calles y en los campos de esta región que fabrica pobres y prohíbe la pobreza. Niños son, en su mayoría, los pobres; y pobres son, en su mayoría, los niños. Y entre todos los rehenes del sistema, ellos son los que peor la pasan. La sociedad los exprime, los vigila, los castiga, a veces los mata: casi nunca los escucha, jamás los comprende”.
L. Felipe G. R.
Indignante y triste realidad, de la cual somos parte y a la vez no, donde estan las personas que dieron vida a estos niños? Como puede tomar cartas en el asunto un ciudadano preocupado? Hasta donde llega la responsabilidad de cada elemento de la sociedad involucrado?, y preguntas habrán, donde esta la respuesta o que puedo hacer?