Cuaderno

NOSTALGIAS Y GRATITUDES

Posted by Juan Carlos Yáñez Velazco

En la cabeza de Mariana Belén bullen los recuerdos de su paso por Argentina y las escapadas por Uruguay y Chile. Con frecuencia me asalta con preguntas. Una es recurrente: ¿a ti, qué ciudad te gustó más? Luego de recitarlas, unas con más cariño que otras, me repite la cuestión y enfatiza. Mi respuesta es invariable: Córdoba y Buenos Aires. La suya es distinta. A mí, Santa Fe, dice. Nunca duda, aunque la pequeñita ciudad uruguaya de Colonia, o La Cumbrecita cordobesa le seducen también. Y cuenta las bondades de su estancia en el litoral santafesino. Fueron momentos lindos, recordamos ambos.

Creo entender sus razones. No fue la ciudad, sino la época y lo vivido. El frío, la lluvia, es decir, el invierno crudo e inédito para nosotros, representó la gustosa necesidad de la convivencia durante 24 horas diarias, a veces, sólo con salidas de mi parte para alimentar la despensa. Las horas pasaban en el calor de la sala, frente a la televisión, cantando canciones del asombroso mundo de Zamba en el canal Paka Paka, jugando al bingo, a los bolos, pintando con mamá, estudiando su libro de tercero de primaria o tirados en el piso: Mariana con sus muñecas o sus libros de Violetta, Juan Carlos con sus súper héroes o sus autos. Y en días de máxima locura, ensayando juntos un concierto de Rock.

Así vivíamos el invierno santafesino, encerrados en el departamento C del quinto piso, avenida Marcial Candiotti 2795. Afuera, las lluvias inclementes, el viento que sacudía los árboles azotando ventanas y el frío que quemaba las ganas de pasear nos fundían física y emocionalmente. No fue la mejor época del año en muchos sentidos, pero por la convivencia, la más espléndida.

Envueltos en ese clima natural y familiar corregí las varias pruebas que Alberto Llanes me enviaba desde la Universidad de Colima para el libro Aprendiendo a enseñar. Los caminos de la docencia. Con mi mesa de trabajo frente a la ventana, mirando hacia la ciudad vecina de Paraná, en las mañanas mientras ellos dormían, o por la noche, cuando miraban la televisión o jugaban, corregí y corregí todas las pruebas varias veces.

Esas horas de tensión y ansias las recordé ahora en que se unieron dos circunstancias, la primera, después de que el viernes anterior presentamos el libro en la XVI Jornada del Libro Universitario Altexto 2014, en el cine del Museo Regional de Historia. Llanes, el editor, en su discurso rememoró que, en efecto, correo a correo fuimos depurando todo lo posible, hasta dejarlo casi perfecto en esa materia. Casi, porque ya detecté una errata que nunca vimos.

La segunda circunstancia fue le enésima pregunta nostálgica de Mariana esta mañana. Entonces recordé, reviví y no puedo menos que agradecer las horas frías que, paradójicamente, calentaron las páginas que hoy me regalan puñados de satisfacciones.

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