En 2015 cumplí casi todo lo que me propuse. No hice todo lo que soñé, pero logré lo que ni siquiera ilusionaba. En el balance final, fue un año estupendo.
Hubo amarguras y sinsabores inevitables. Algunos amigos queridos se fueron; otros, apreciados o cercanos a amigas y amigos entrañables se adelantaron en el viaje final.
Llegaron buenos compañeros, que en poco tiempo auguran viejos lazos. Arribaron proyectos y desafíos. Retos inéditos.
Los proyectos personales se van cumpliendo sin prisa. Hoy habría querido tener un libro nuevo en las manos; no fue posible. La agenda (y mi desorden) lo complicó. Ganó, además, la paciencia de trabajar dando el justo tiempo a las ideas. Preferí aguardar paciente e imprimir con la pausa imprescindible. Ese libro sigue en la pantalla de la computadora y en mi cabeza; cada hora, cada día lo voy disfrutando, sintiendo la emoción de acariciarlo en la imaginación y darle forma de a poquito.
En 2016 no habrá Diario. Decisión complicada, aunque saludable. Hace tiempo elegí mirar adelante para no convertirme en estatua de sal. Algunas cosas que hice en la vida profesional me dejaron tan satisfecho que corría el peligro de la fatuidad, así que opté por no sentarme a admirar lo hecho, sino apenas lo justo para seguir adelante y dar vida a proyectos diferentes. No quiero hacer de cada año un ciclo repetido. Experimentaré ideas.
En la vida personal hay razones para continuar con alegrías. De eso no escribiré. Es el baúl más especial y privado. Mis hijos, capítulo aparte, seguirán siendo capitanes del navío.
Para 2017 sueño con un libro y las 365 páginas que debo escribir no darán reposo. También tengo proyectos en la Universidad; otros desafíos me aguardan.
Tres años atrás aprendí que la vida tiene sentido en la búsqueda más que en un puerto de llegada. En 2016 tengo motivos suficientes y no se me agotarán.
Gracias a quienes siguieron el Diario 2015 con asiduidad. Varias lectoras y lectores están en mi corazón, aunque no las mencione ahora.
Gracias a quienes pasaron por estas páginas y nos visitaron. Doblemente agradecido con sus comentarios. Su compañía, lo escribí, fue el mejor regalo.
Gracias a quienes me aprecian y desean lo mejor. Son absolutamente correspondidos.
Gracias a todos… ¡Y que tengamos el mejor de los años!
Me despido de ustedes con una copa de tinto argentino y escuchando Más de cien mentiras, de Joaquín Sabina. ¡Salud!
¡Hasta pronto, hasta siempre, hasta cuando queráis!
Balvanero
Gracias a ti, Juan Carlos, por regalarnos tu tiempo y reflexiones, espero en verdad también pronto poder leerte de nuevo en tus libros y en lo que escribas.
Recibe un fraternal abrazo y sí, hasta siempre