La batalla del Estado mexicano contra la delincuencia no está perdida. Tampoco ganada. No es perogrullada, aunque parezca.
La segunda fuga de El Chapo abrió un boquete enorme en la pírrica credibilidad del presidente y su gabinete, en México y otros lugares donde interesa.
Varios expertos repiten tanto lo que falta, pero el gobierno no alcanza a escucharlos: hurgar en los destinos del dinero. Es clave en el combate estructural al crimen organizado. La lucha no es solo militar, también es financiera. México abandona esa arena. Eso leo o escucho.
Más modesto en apreciaciones, sostengo que la lucha tiene un frente ciudadano imprescindible. No es espectacular, menos fácil, ni inmediata. Significa preparar a la ciudadanía con otros valores y otros ejemplos, con prácticas edificantes y ciudades que eduquen.
Una nueva pista encuentro leyendo a David Le Breton y su estupendo Elogio del caminar. Corta y sencilla: “Caminando se hacen buenos ciudadanos, buenos patriotas”. Pues sí, sí es posible en ciudades caminables, amistosas con el peatón, que ponen el acento en las personas y no en las maquinas automotoras, que incitan a caminar, lo provocan.
Las ciudades que son caminadas por sus ciudadanos, que son patrimonio de las personas no son tomadas por las pandillas o la delincuencia. Las ciudades deben ser de los ciudadanos, y a ellos deben consagrarse. Ellas, además, deben educar a sus habitantes, que, a su vez, han de cuidarlas, quererlas y enriquecerlas a cada paso.
Fe de erratas
Ayer escribí que las noticias informaban de dos muertos en el ataque del ejército mexicano a los pobladores de Ostula. Así lo leí en portales electrónicos dignos de mi credibilidad. Hoy todavía lo leí en una columna de opinión en La Jornada. Pero la información era inexacta, felizmente. No murió la niña de seis años. Quede constancia del error involuntario.