Aproveché las horas de espera en los aeropuertos de Buenavista y Ciudad de México para leer y tomar notas. El lunes envío el primer artículo para El Diario de la Educación y el tiempo es justo para comenzar a escribirlo, revisarlo, corregirlo y luego dejarlo en pausa por algunas horas para la versión final.
En la llegada al hotel, luego de comer y conversar con las anfitrionas de la Preparatoria 8 de la Universidad Autónoma de Nuevo León, abrí las cortinas de mi cuarto, piso 15, para mirar la ciudad y empecé a teclear en la computadora. Terminé pronto, con un sabor de boca ingrato. El tema es la violencia en las escuelas y la capacidad de resolverla, entre otras razones, por las dificultades para comprenderla.
No elegí el tema; me atrapó, por los sucesos en el Colegio Cervantes de Torreón. Entre las notas, encontré un hecho que ignoraba. Cinco días después hubo otra agresión en una escuela secundaria técnica de Calpulalpan, Tlaxcala. La víctima, una maestra; el agresor, un estudiante de 13 años, a quien habían expulsado por encontrarle navajas. Los comentarios fustigaban la decisión de que los responsables de la operación mochila sean maestros.
La historia seguirá dando materia para otras páginas, por desgracia.
Monterrey, N. L.