Ayer abrí en Twitter el #JusticiaParaJuanCarlos y me enteré de la noticia de la muerte de Juan Carlos Padilla, en Celaya. Me conmoví.
Hoy leí más noticias, las declaraciones de la esposa y escuché en vivo la entrevista a su hija en Heraldo Radio.
Es imposible no sentir una mezcla de sensaciones: pena por la muerte de un hombre detenido por la policía en acto arbitrario; rabia e impotencia por el deplorabla estado de nuestra vida pública y la impunidad; asco, por los hombres (y una mujer) que lo detuvieron en la vía pública, las reacciones oficiales y la complicidad de los médicos que certificaron la muerte; tristeza por los lágrimas que deja en la familia.
Tengo incertidumbre también. ¿Cuánto tiempo nos falta, no sólo en Celaya o Guanajuato, para pasar de este estado semisalvaje a otro que deseamos para que los niños, nuestros hijos, vean morir a sus padres cuando llegue la hora natural?