Se termina la semana que habría resultado la más divertida del calendario lectivo para mi hijo. Explico breve. Por las distintas actividades que preparan en su escuela para el Día del Niño, no es necesario usar el uniforme, porque van disfrazados cada día de distintos motivos, como entiendo que se hace en muchas escuelas.
A él le desagradan los uniformes y disfruta sobre manera cuando no debe llevarlos para clases. No me lo dice, pero imagino que lo vive como una pequeña victoria frente al sistema escolar, cuando desde la libertad le anota un gol a la obligación.
Para Juan Carlos las semanas previas y la que corre habrían sido de emociones únicas, eligiendo sus personajes y avituallándose. Lo veo, en cambio, sentado frente a la computadora y haciendo tareas sin aquella chispa. Disfrazarse para sentarse frente a una cámara no le produce la misma ni cercana alegría.
Antier se puso el pijama para atender la clase en línea, y luego se lo quedó buena parte de la mañana. Después prefirió no disfrazarse más.
Está sufriendo la ausencia de la escuela principalmente, creo, por las relaciones con otros niños, por la posibilidad de correr y jugar al aire libre, por encontrarse con otros y mostrarse sus revistas, intercambiarse estampitas y no sé qué otras cosas que serán muy de esas edades ahora.
Antes disfrutaba cuando llegaba el viernes; hoy, cada día le da lo mismo en su relación con la escuela. Eso le, nos robó el mes de abril.