Cuaderno 21

Una canción me trajo aquí

Posted by Juan Carlos Yáñez Velazco

Este mediodía, luego de las labores universitarias, fui a mi pueblo. Destino único: la tumba de mi madre. Desperté así, con el ánimo en subibaja. Quería conversar con ella. La idea surgió súbitamente. No lo pensé mucho cuando decidí. Cerré la computadora, la casa y subí al auto. Manejé sin prisa, con ganas de disfrutar el viaje, la vuelta a la tierra que huele a caña y azúcar. Quería ver los cañaverales, la danza de sus espigas. Los volcanes. Respirar de nuevo aquellos aires. Así fue. Todo tal cual. Llegué al cementerio. Sólo estaban unos trabajadores que soldaban en alguna tumba cerca de la nuestra. El sol a plomo me obligó a entrar en la casita y desde ahí dialogué con doña Rosa. Los detalles no los cuento, bien sûr.

A la salida del panteón me entraron como una ráfaga los mil recuerdos que tengo de infancia y juventud. Primera juventud, disculparán. Y subí, porque en mi pueblo, como sabrán quienes son de allá o estuvieron por esos pagos, su sube y luego se baja, o viceversa. Entré y recorrí las calles entrañables. Pasé por la Eva Sámano, mi primaria y luego secundaria. Así me fui, sin tiempo fijo ni prisa. Recorriendo las calles y la película de mi vida, un pedacito.

Luego vinieron a la memoria mis amigos de esos años: Pancho Rivera y Alejandro Ochoa en la primaria; Mario Rodríguez, de secundaria, con quien compartí labores para ganarnos unos pesos vendiendo lo que podíamos, como periódicos o fotos de nuestro amigo Juan Bautista, “el fotógrafo”, como le apodaban quién sabe por qué extraña asociación; tan amigos Mario y yo que la chica a quien primero pedí ser mi novia, terminó en sus brazos y yo, sin rencor, le sigo apreciando, porque a los míos llegaron otros de cuyo nombre no debo acordarme. En la época del bachillerato tuve como amigo y compañero de equipo al “Urban”, o Urbanito, como apodaban algunos a aquel muchacho de más de 1.80 metros, mi querido Urbano Gómez.

Como ven, fue un doble viaje, o muchos viajes. Al pueblo y a mi vida en esos años en que, con poquito, éramos tan tan felices como no lo sabíamos.

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