Leo con interés el libro “Universidad Disney”, de Doug Lipp, participante en la creación de la primera versión internacional de la universidad fundada por la compañía más global en el mundo del entretenimiento. El subtítulo promete explicaciones y afirma con presunción la filosofía de Disney en la materia: “Cómo la estrategia laboral y empresarial de Disney forma a los empleados más leales y competentes del mundo”.
Con discrepancias filosóficas e ideológicas, comparto algunas de la ideas que revela Lipp sobre los “secretos” del éxito de los parques y la Universidad Disney. Por ejemplo, la convicción de que una clave es ligar la ciencia y el arte: un buen producto (la ciencia) con un buen servicio y una actitud impecable (arte) basada en la capacitación del personal y un óptimo ambiente laboral. Eso aplica sin duda para maestros en un salón de clases y para directivos en la gestión de su escuela.
Pienso también que algunos de los hábitos o estrategias que seguían Disney y sus principales colaboradores son indispensables en las escuelas, como las caminatas que cotidianamente daba Walt Disney por su parque, deambulando entre el gentío, escuchándolos y, en algunos momentos, sentándose a conversar con sus empleados.s para pedirles sugerencias de mejora. Uno de sus principales colaboradores, Van France, introdujo una variante: salía a pasear por el parque con una cámara fotográfica y pasaba su ronda tomando fotos a los asistentes y al personal, para analizarlos después cuando escribía sus anotaciones en la oficina. No se trataba de vigilar, explican, sino del respeto y el compromiso que tenían para satisfacer a la gente que viajaba horas por avión o en auto, con sus hijos ilusionados por conocer a Blanca Nieves, Mickey Mouse o cualesquiera de los personajes.
Cuánto ganaría un centro escolar si sus directores, en lugar de encerrarse en sus más o menos cómodas oficinas, pasaran el tiempo más vital (cuando los estudiantes y profesores aprenden y enseñan) entre aulas y pasillas, observando y conversando; o durante los recesos en los jardines, acudiendo a los baños, o usando los mismos comedores que los estudiantes. Mucho, no tengo duda, mucho ganarían las escuelas con la necesaria comprensión de la naturaleza y complejidad de la vida escolar, reconociendo lo bien hecho y buscando lo que deba cambiarse, poniéndose en el lugar de los otros y alejándose a la vez, para comprender cabalmente y tomar buenas decisiones.
arthur edwards
No sé que pensar. Para mi, esto merece muchos más conocimientos sobre el tema que tengo.
Juan Carlos Yáñez Velazco
Estimado Arthur, sin duda es un tema que amerita más profundidad y extensión, pero eso no es posible en un artículo periodístico. Cuando haya oportunidad será un gran gusto conversarlo.
Saludos!
MARIA DEL ROSARIO MORFIN DIAZ
Hola Juan Carlos ya lo leí completo ratifico el reconocimiento buscare el libro pero la analogía es bastante buena e interesante, he tenido varias oportunidades de trabajar con directores y es una realidad nos cuesta involucrarnos en la vida misma de la institución, nos cuesta valorar los contextos, cuando hablamos de las barreras para el aprendizaje y la participación la mayor parte de estas no están en el alumno, sin embargo nos es difícil identificar qué pasa con las formas de enseñanza, con la convivencia sana, con el trabajo colaborativo, cómo nos estamos comunicando en fin se puede rescatar mucho , saludos cordiales
Ing. Jorge Ochoa
Los requerimientos administrativos y burocraticos hunden al los directivos en sus oficinas, tambien les falta manejar sus relaciones interpersonales y tener bien claro cual debe ser el papel del director, algunos sienten perder autoridad si se mezclan con los alumnos, personal en general. Falta implementar mas cursos de formacion de personal directivo, hay mucho que hacer en ese rubro.
Un placer leer tus articulos. Saludos
Juan Carlos Yáñez Velazco
Estimado Ingeniero Ochoa, me da mucho gusto leerle. Gracias por tomarse el tiempo de leerme y escribir su comentario.