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Lo esencial en las escuelas

Posted by Juan Carlos Yáñez Velazco

El sábado por la mañana tuve el privilegio de compartir una conferencia con medio millar de profesores de educación básica del estado de Guanajuato. La ocasión fue extraordinaria; aprendí lecciones y viví distintas emociones.

Habría sido fantástico que la charla fuera presencial, no a través de una plataforma en la que sólo puedo ver algunas fotos pequeñitas o las iniciales de quienes están del otro lado.

Unos minutos antes de comenzar, mientras preparaba café, el vaso de agua, una servilleta, hojas en blanco y mi pluma fuente, imaginaba que el escenario no era mi biblioteca, sino un auditorio, y que cuando arrancara vería a esos cientos de profesores frente a mí. Cerré los ojos. Quise imaginarlo para empaparme de las emociones de un momento tan especial.

Los nervios que me cimbran minutos antes desaparecen cuando no tengo más opción que activar el micrófono. Luego trato de disfrutar cada minuto y compartir las ideas elegidas con la mayor claridad y elocuencia. Creo que el resultado fue positivo, a juzgar por comentarios que pude leer en el chat de los participantes.

En las conclusiones destaqué, en primer lugar, una idea que tengo por tesis desde hace muchos años: en todas las escuelas hay buenos profesores, pero sólo las buenas escuelas pueden retenerlos, motivarlos y potenciarlos para que alcancen su mejor desempeño. Entiendo que la aseveración deba matizarse en contextos complicados por circunstancias geográficas, sociales o de violencia, como ahora, pero la sigo sosteniendo.

La idea se liga a otra: lo más importante en las instituciones educativas son las personas. Comprender a los profesores como personas parece una obviedad, pero no lo es para las políticas y prácticas comunes en las instituciones educativas.

Pensar al profesor como persona significa reconocer que tiene una edad, historia y distintos entornos (familiares, sociales, culturales, económicos…) que pueden condicionar su labor en el salón de clases.

Con estas ideas, por ejemplo, durante el periodo rectoral de Miguel Ángel Aguayo en la Universidad de Colima, creamos la Dirección General de Desarrollo del Personal Académico, porque entonces había ya oficinas para servicios estudiantiles y orientación educativa, pero no para su planta docente, en la que una institución tienen que invertir siempre y de manera inteligente. Fue por esa razón, también, que impulsamos la creación de salas de profesores en las delegaciones de la Universidad, como espacios sobre todo para los maestros por horas, donde podrían leer, descansar, estudiar, calificar o reunirse en sitios confortables, más parecidos a la sala de una casa que a una oficina fría.

Lo esencial en las instituciones educativas son las personas. Sin duda. Por lo menos para mí.

Ahora, en el proceso de transformación de las escuelas como resultado de los factores desatados por la pandemia, aquella debe ser una línea prioritaria, en el discurso, por supuesto, pero más en las acciones y recursos.

Suele repetirse en los ámbitos universitarios que su razón de ser son los estudiantes, pero el modo de ser lo representan los profesores, sus aportes, compromisos y prácticas. Sus talentos y talantes. Ni uno ni otro pueden descuidarse. Unos se mueven permanentemente, llegan y se van, los otros se quedan y cimentarán en el presente las instituciones del futuro. No se trata de optar entre unos y otros, sólo de no olvidarse de lo esencial.

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