No me sorprende la nota periodística que leo este miércoles al mediodía. Se titula: Más profesores y alumnos van a casa; casi diez millones de alumnos confinados.
Es elocuente y poco más habría que agregar al hecho de que casi diez millones de alumnos que estaban en las aulas en diciembre, y medio millón de maestros, se confinaron de nuevo por los contagios que en días recientes rompieron récords. Esa cifra de estudiantes es considerable: un tercio de la matrícula actual.
Es el mayor desplome de asistencia, afirma la prensa.
En simultáneo, leo que en Colima la secundaria Enrique Corona Morfín decidió cerrar clases presenciales por un brote del virus. Por radio pasillo llegan rumores de escuelas con contagios de maestros y alumnos, por aquí, por allá.
Mientras eso sucede, surgen preguntas: ¿qué malabares tienen que hacer los profesores para que los estudiantes sigan aprendiendo, o no se desconecten? ¿Cómo enseñar o tratar de enseñar en estas circunstancias tan fugaces? ¿Cómo trabajar en condiciones de fragilidad?
Aunque se desdeña la malignidad de la nueva variante, los efectos que produce son inestimables: a la baja asistencia escolar debe sumarse, entre otros, el ausentismo laboral.
En unos días empiezan las clases en la Universidad de Colima. Unos 28 mil estudiantes deberán volver a las aulas de forma alternada. La movilidad en las ciudades del estado crecerá y los riesgos podrían incrementarse.
Nuestro estado tiene el verde en el semáforo epidemiológico, aunque la contagiosidad del virus eleva la cifra por centenas.
Frente a la pandemia del coronavirus tenemos varias defensas: la población vacunada es quizá la mayor, aunque tampoco garantiza inmunidad. La otra, la responsabilidad ciudadana, no se vende en inyecciones. Sería la más fácil de lograr, pero a veces nos gusta complicarnos la vida, y eso garantiza mantenernos en una peligrosa montaña rusa entre la enfermedad y el miedo.
Algo está claro: los estudiantes deben seguir aprendiendo, los maestros enseñando. El reto persiste: crear las condiciones para que ello ocurra de la mejor forma posible. Esa es tarea colectiva, de las autoridades, de las escuelas y las familias. No tenemos otro camino.