Cuaderno 22

Diálogos docentes en la UdeC

Posted by Juan Carlos Yáñez Velazco

Esta mañana tuve el privilegio de presentar una conferencia en el marco de las Jornadas Académicas de la Universidad de Colima, décima edición.

Compartí diez ideas para cambiar la escuela concreta, la escuela nuestra, la que respiramos y en la que desarrollamos nuestra labor. La única escuela que, además, podemos cambiar.

En la sección de preguntas una estimada colega de facultad, y amiga personal, Rubí Gómez Aro, hizo una pregunta que me tomó en fuera de lugar, porque me distraje leyendo el chat abierto para los asistentes y reaccioné tarde. Mi respuesta me dejó insatisfecho. Ella preguntaba cómo hacer para explicar menos y enseñar más, para promover aprendizajes y no sustituirlos por explicaciones magisteriales.

Acá una respuesta que, creo, es más clara y precisa.

Primero: como profesores, hablar menos en clases; abandonar las sesiones basadas en largas peroratas docentes. La pandemia no jubiló la clase magistral, pero la infectó seriamente de descrédito; aunque ya tenía ese virus.

Segundo: implicar más a los estudiantes, comprometerlos con tareas significativas y trabajos desafiantes.

Tercero: utilizar a los estudiantes como colaboradores; monitores, se llamaban en el antiquísimo sistema lancasteriano. Para orientar a grupos pequeños o a compañeros con dificultades de comprensión en algún tema. Así, puede ser más factible el aprendizaje y quien funge como ayudante o tutor aprenderá por la vía de enseñarlo.

Cuarto. Un ejemplo personal. Imparto el curso de Gestión y administración de la educación superior I y II al mismo grupo. En el primero de los semestres, durante la pandemia, dividí mi clase en dos grandes tipos de actividades: el jueves, la sesión sincrónica con el grupo completo, es decir, los que se conectaban. El martes, en sesiones individuales, tenía entrevistas personales para conocer a los estudiantes, durante 20 o 30 minutos. Básicamente para escucharles. Aprendí ahí, mucho, más que enseñé, pero esos aprendizajes procuraba integrarlos en la planeación de mis clases y, sobre todo, tenía un nivel de conocimiento real de los estudiantes. Sabía que eran únicos, conocía sus dificultades, pero también exploraba sus posibilidades y los desafiaba a superar retos.

El objetivo más relevante que me propuse con esa estrategia es que ellos comprendieran que me interesaban como personas, no sólo como alumnos, y que a partir de eso podríamos construir una relación basada en el respeto y la confianza.

En esta idea descarto totalmente que los profesores repartan temas entre los estudiantes para que ellos expliquen, mientras él se desentiende o disfraza su ignorancia.

Eso, más o menos, podría contestarte, estimada Rubí.

Y gracias por la pregunta.

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