El mundo y México avanzan a paso lento en la alfabetización. Algunas regiones planetarias, algunas partes de la nación se quedaron estancadas. Los progresos son disímbolos, como las víctimas, afectadas por condiciones de sexo, étnicas y socioeconómicas.
Es verdad que las cifras muestran zonas doradas, pero si se comparan los resultados contra las metas globales fijadas en sucesivas reuniones antes de llegar al siglo en curso, el retraso es notorio y, de alguna manera, vergonzoso.
Desde 1965 el 8 de septiembre es Día Internacional de la Alfabetización, proclamado por la UNESCO. Fecha para conmemorar avances y, en nuestro caso, recordar a los millones de mexicanos mayores de 15 años que continúan en territorios iletrados, negándoseles el derecho humano y constitucional a la lectura y escritura. Indígenas mayoritariamente en la columna del oprobio.
Quedan pendientes, además, otras alfabetizaciones, cada vez más relevantes en las sociedades contemporáneas: cultural, digital o científica, así como la adecuada formación ciudadana.
Muchos años pasarán todavía para observar logros en esas áreas. Mientras, el tiempo apremia para no perder estaciones en un tren de la historia que corre presuroso.