Hay días, como hoy, en que quisiera no haber estudiado una carrera como la mía. Casi la maldigo. Por fortuna, son pocas las ocasiones, aunque no menos turbadoras.
Seré explícito: en este periodo en que se organizan cursos para los maestros, he tenido el infortunio de ver anuncios de varios de ellos. Y en verdad me agriaron el momento al descubrir los nombres de los instructores o facilitadores, como les gusta llamarlos. Conozco a varios, perfectamente, y sé de sus capacidades.
¿Cualquiera, sin haber estudiado pedagogía o educación, sin tener un posgrado en la materia, sin haberse especializado en nada próximo, puede impartir un curso a maestros? Está clara la respuesta, sí puede, y allí tengo varios ejemplos. Me corrijo: tendría que cambiar el sentido y cuestionar, entonces: ¿cualquiera, dominador superficial de la materia, puede impartir un curso de aquello que ignora a profundidad?
Me pregunto: ¿con esta falta de respeto a la profesión docente, a la pedagogía, se pueden esperar mejores resultados?
Parafraseando a Célestin Freinet interrogo: ¿no merecen nuestros hijos, los estudiantes, nuestras escuelas, mejores maestros para nuestros maestros?