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A 95 AÑOS DE LA REFORMA DE CÓRDOBA

Posted by Juan Carlos Yáñez Velazco

Un texto breve pero intenso, fechado el 21 de junio de 1918, dirigido a “los hombres libres de Sud América”, constituye uno de los más emblemáticos legados del siglo XX latinoamericano y de la juventud argentina, protagonista del movimiento que impulsó la Reforma Universitaria de Córdoba, punto y aparte en la historia de la universidad.

Hemos resuelto llamar a todas las cosas por el nombre que tienen, dice inicialmente el documento titulado “Manifiesto Liminar”, y en ese tono denuncian los hechos que acontecían en el panorama universitario cordobés y que desembocaron en una ilegal elección del rector de su Universidad Nacional.

Su descripción de las instituciones universitarias es una severa crítica social que produjo la pluma de un no tan joven llamado Deodoro Roca: “Las universidades han sido hasta aquí el refugio secular de los mediocres, la renta de los ignorantes, la hospitalización segura de los inválidos –y lo que es peor aun- el lugar en donde todas las formas de tiranizar y de insensibilizar hallaron la cátedra que las dictara. Las universidades han llegado a ser así el fiel reflejo de estas sociedades decadentes, que se empeñan en ofrecer el triste espectáculo de una inmovilidad senil”.

Autoridades y docentes son el foco de la crítica: “Nuestro régimen universitario –aun el más reciente- es anacrónico. Está fundado sobre una especie de derecho divino: el derecho del profesorado universitario. Se crea a sí mismo. En él yace y en él muere. Mantiene un alejamiento olímpico”. El concepto de autoridad, “arcaico y bárbaro”, dicen, “es un baluarte de absurda tiranía y solo sirve para proteger criminalmente la falsa-dignidad y la falsa-competencia”.

Contra ese estado de cosas y esos personajes, los jóvenes cordobeses de entonces reclamaban un gobierno democrático y sostenían que “el demos universitario, la soberanía, el derecho a darse el gobierno propio radica principalmente en los estudiantes”. Son enfáticos: “la autoridad en un hogar de estudiantes, no se ejercita mandando, sino sugiriendo y amando: Enseñando”. Su proclama es valiente, inspirada en una idea épica: “La juventud vive siempre en trance de heroísmo. Es desinteresada, es pura. No ha tenido tiempo aún de contaminarse. No se equivoca nunca en la elección de sus propios maestros. Ante los jóvenes no harán méritos adulando o comprando.” Por eso reivindican su llamado “derecho sagrado a la insurrección”. La actitud es polémica: “¿Es la juventud siempre desinteresada y pura?”, se pregunta y responde Alejandro Grimson: “Al compararse con una casta corrupta que teje tramas en intereses particulares, los adjetivos cobran sentido”.

Conscientes asumen la responsabilidad íntegra por los actos de violencia: “Volteamos lo que representaba un alzamiento anacrónico y lo hicimos para poder levantar siquiera el corazón sobre esas ruinas”, y contra “un régimen administrativo, contra un método docente, contra un concepto de autoridad”.

Su “Manifiesto Liminar” termina con dureza: “La juventud ya no pide. Exige se le reconozca el derecho a pensar por su propia cuenta. Exige también que se le reconozca el derecho a exteriorizar ese pensamiento propio de los cuerpos universitarios por medio de sus representantes. Está cansada de soportar a los tiranos. Si ha sido capaz de realizar una revolución en las conciencias no puede desconocérsele la capacidad de intervenir en el gobierno de su propia casa”.

En el festejo por sus 400 años, la Universidad Nacional de Córdoba publicó un libro que contiene el “Manifiesto Liminar” y un conjunto de breves, diversos e incisivos artículos que reflexionan sobre una variedad de temas ligados a su legado y actualidad. Las posturas no son unánimes: hay críticas contra la sacralización en que a veces se incurre de la Reforma y el Manifiesto, hasta quienes ven, en su mayoría, la vigencia de sus postulados con la comprensión de los tiempos que son distintos como muchos elementos del contexto; entre ellos, el profesor Luis Alberto Romero escribe: “El reformismo universitario debería hoy atreverse a revisar sus premisas, apartarse de la letra y recuperar el espíritu”.

Por su parte Eduardo Rinesi, rector de la Universidad Nacional de General Sarmiento, afirma: “hay ahí un conjunto de cuestiones importantes que no han desaparecido de nuestro campo de preocupaciones sobre la universidad, y que le dan a este documento extraordinario una parte importante del interés que aún podemos encontrar en él”. Entre otras cuestiones, propone de manera sucinta el intento siempre acechante de desnaturalizar a la universidad pública: “sigue siendo indispensable mantener en ellas la vigilia frente a cualquier forma de naturalización de su tarea, a cualquier tentación de dejar de examinar críticamente, todo el tiempo, el tipo de conocimiento que produce y  que hace circular, y cualquier impulso que lleve a consentir formas dogmáticas de autoridad”. Una segunda cuestión que plantea Rinesi es el “tono latinoamericanista”, vigente hoy quizá más que antes, por los esfuerzos de integración regional encabezadas por varios gobiernos. Una tercera idea es el expreso reconocimiento del carácter político de la universidad y su compromiso social.

Mucho había pasado hasta ese día para levantar aquellas voces con determinación, y mucho otros muchos capítulos faltaban por escribirse. El legado histórico recoge la participación de los jóvenes en el gobierno de las universidades y la elección de rector, así como un compromiso social, pero estos son temas de permanente discusión que hoy, a 95 años, siguen cobrando interés e indudable importancia en el funcionamiento de las universidades.

En el Movimiento cordobés hay lecciones y razones para reflexionarlo en las universidades porque, como escribió Carolina Scotto, hasta hace poco rectora de  la Universidad Nacional de Córdoba, “Las universidades no pueden enseñar si no aprenden”. Más que una oración, una actitud vital, como lo debe ser la universidad.

 

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