Introducción
En 2001, Pablo Gentili coordinó un libro provocador para pensar la situación de las universidades latinoamericanas en las dos últimas décadas del siglo XX y sus perspectivas para el XXI. La tesis central está en el título de la obra en portugués (Universidades na penumbra, São Paulo, Cortez Editora); se explica breve: las reformas neoliberales produjeron una mutación que sumió a las instituciones universitarias en una crisis honda. Los autores de los capítulos son notables, como el mexicano Pablo González Casanova, los argentinos Marcela Mollis y Roberto Follari, o el brasileño Hélgio Trindade, entre otros.
Algunas variables de aquel momento persisten: por un lado, la presión social por la democratización del acceso, la permanencia y el egreso; y por otro, las restricciones financieras crónicas para la educación superior, así como la redefinición de las relaciones entre el Estado y las universidades.
¿Están hoy las universidades latinoamericanas mejor que hace un cuarto de siglo? La pregunta podría desarrollarse en una tesis doctoral. Enseguida, resumo una parcela de los desafíos que enfrentan los sistemas universitarios.
Universidades en la tercera década del siglo XXI
En su informe La urgencia de la recuperación educativa en América Latina y el Caribe (enero 2024), la Organización de las Nacionaes Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) fundamenta la necesidad de políticas para la reparación de los aprendizajes en la región. Sostiene que a los problemas históricos en educación básica se sumaron las consecuencias del confinamiento provocado por la pandemia del Covid-19. El resultado inminente es el incumplimiento del Objetivo para el Desarrollo Sostenible número 4, que garantizaría el derecho universal a una educación de calidad.
Aunque el foco del documento está centrado en la educación preprimaria, primaria y secundaria, convoca al conjunto de los sistemas educativos. Se apropia, además, de la llamada mundial que hizo la Unesco con el informe publicado en 2021 de título elocuente: “Reimaginar juntos nuestros futuros. Un nuevo contrato social para la educación”, que interpela a las universidades e instituciones de educación superior, a quienes recuerda los compromisos que demanda la transformación pedagógica y las funciones que les corresponden, entre las cuales destacan dos: su participación en la formación docente y en la producción de investigación para la comprensión y solución de la problemática educacional.
“Reimaginar juntos nuestros futuros…” es una oportunidad y exigencia para las universidades, que también están desafiadas a su propia transformación, asunto en sí mismo de enorme y creciente complejidad. En esa perspectiva, repasaré algunos retos que enfrenta la educación superior universitaria, a partir de las ideas expuestas por Carlos Alberto Botero Chica, en un artículo escrito antes de la pandemia, titulado “Cinco tendencias de la gestión educativa” (2009) publicado por la Revista Iberoamericana de Educación; a mi juicio, todavía vigente para la discusión.
Desafíos de las universidades
Para Botero Chica, las universidades en esta región del mundo enfrentan cinco desafíos: autonomía, formación integral, calidad, democracia y universidad virtual. Puede haber más u otros, pero los repasados apremian. A cada uno podrían dedicarse varios párrafos, o un artículo, pero especificaré sólo uno de los aspectos por el espacio disponible.
La autonomía es un derecho de las universidades, y su ejercicio, un reto, para el uso responsable de dicha condición jurídica y frente a las tentaciones autoritarias de varios gobiernos regionales latinoamericanos, hostiles con los ambientes de libertad de pensamiento y crítica que caracterizan a las universidades. Este desafío implica fortalecer la autonomía al mismo tiempo que evitar la corrupción y corrosión que denunciara hace algunos años el exrector lusitano António Nóvoa.
La formación integral es imperativa para lograr que un título universitario refleje capacidades auténticas, es decir, que el esfuerzo de la universidad logre que las personas desarrollen capacidad para la vida personal, social y productiva, al mismo tiempo que su libertad para llevarlo a cabo, concepción que sostiene Martha C. Nussbaum. Formación integral significa formación ética, en valores, y entre ellos, el del conocimiento, que debe ser tratado de manera rigurosa y sin concesiones por la concepciones baratas que sostienen la “facilitación del aprendizaje”.
Sin calidad la educación es mediocridad. Y hoy, a los rezagos históricos, como la exclusión de millones de jóvenes en la región, y otros de naturaleza pedagógica, debemos sumar los avances de la inteligencia artificial y de la neurociencia. En su conjunto, obligan a replanteamientos pedagógicos, no sólo instrumentales. Sin calidad, las universidades latinoamericanas y sus egresados encontrarán dificultades para la inserción global.
La democracia está emparentada con la formación integral. Las universidades deben formar ciudadanos globales, con una concepción universal, y deben ser espacios abiertos para la participación efectiva de todos los grupos sociales. Hoy, por ejemplo, en México, las estimaciones revelan que en educación superior los estudiantes indígenas no representa más del tres por ciento de la matrícula nacional, a pesar de que el 19.4 % de la población del país se autoadscribe como indígena, y entre ellos, una cuarta parte tienen entre 15 y 29 años de edad. La desproporción es abismal y la puerta de acceso a la universidad, minimalista.
Finalmente, el quinto desafío que advertía Botero, la universidad virtual, se instaló por un rato en el centro de las agendas universitarias con la pandemia, pues entonces se evidenciaron los atrasos en la incorporación de tecnologías, enfoques y materiales distintos para la enseñanza. En los próximos años veremos si sucedieron reformas estructurales o sólo espectáculos de pirotecnia demagógica.
Reflexión final
Las universidades, como el conjunto de la educación superior, cada vez reciben a más estudiantes, pero tienen desafíos históricos en un entorno complejo, como los descritos aquí y los identificados en el documento que la Unesco preparó sobre América Latina, que denuncia una realidad cruda: durante y después de la pandemia, la educación no fue prioridad para los gobiernos, ni en acciones o programas, ni en presupuestos.
La manera y los tiempos en que las universidades resuelvan (si son capaces) los cinco desafíos expuestos y otros, es crucial para ellas y los países. Pero esa hipótesis es sólo una parte de la ecuación, pues también importarán los proyectos nacionales y las políticas públicas para impulsarlas, transformarlas o controlarlas -con signos ideológicos distintos, como Milei en Argentina o López Obrador en México-.
El resultado de esa disputa nos conducirá hacia modelos propios de universidad para esta región, por sus historias, condiciones y posibilidades, o reforzará los análisis críticos que se reúnen en el libro coordinado por Pablo Gentili. Una universidad que ilumine la construcción de sociedades democráticas, igualitarias y justas, o su reclusión en la penumbra.
El presente de las universidades será su futuro en las siguientes dos décadas: ¿están construyendo el futuro que deseamos para ellas?
*Publicado en “El Diario de la Educación” el 2 de abril de 2024.