La buena noticia de la semana es el comienzo del regreso de los niños a las aulas en las escuelas públicas mexicanas. 137 escuelas y poco menos de seis mil estudiantes campechanos son la avanzada.
400 días después del cierre por la pandemia, las aulas volvieron a ocuparse. Los edificios fríos y vacíos volvieron a ser escuelas con la vida que les inculcan las voces infantiles.
En las próximas semanas veremos a otros estados integrarse al retorno voluntario. Si el camino es terso, el próximo ciclo escolar todos los días llegarán maestros y niños a las aulas.
Sin embargo, hay riesgos. El control de contagios en las comunidades, pueblos y ciudades es condición indispensable para que las escuelas no se conviertan en foco infeccioso. Sin cuidados, podemos vivir lo que Argentina sufre ahora: que la apertura de escuelas explote los contagios en los grupos de edad escolar.
Colima puede preparar muy bien el retorno aprovechando las lecciones de la experiencia: acuerdos políticos entre autoridades federal y estatal, dirigencias sindicales, padres y madres de familia; un plan de retorno cuidadosamente elaborado con base en evidencias y criterios técnicos; preparación del magisterio sobre los objetivos del regreso; protocolos aplicados y en condiciones de seguridad y una comunicación social eficiente, oportuna y precisa.
La última es una variable mal manejada durante la pandemia en México. Los mensajes de las autoridades circulan de forma tardía, deficiente e imprecisa, engrosando el rumor, desinformación y temores.
Ojalá las lecciones de la pandemia, cuando sean recogidas por las secretarías de educación, adviertan que es crucial la comunicación, tanto como las condiciones de las escuelas y la preparación de los maestros para las nuevas realidades.
Ojalá la buena noticia de estos días sea el principio de una transformación extraordinaria en el sistema educativo.