Las condiciones críticas del sistema escolar en Colima, reflejadas en sus pobres resultados en los principales indicadores, así como el impacto de la pandemia, urgen decisiones para potenciar la calidad de los servicios educativos.
El punto de partida para buscar la salida del túnel es un diagnóstico amplio y preciso. Participativo. Uno como no hemos visto nunca.
Los buenos diagnósticos no garantizan la solución de los problemas, pero sin ellos, ni siquiera comprendemos las situaciones que deben modificarse o mejorarse.
Sobre la evidencia que arrojen los diagnósticos debe planearse el proyecto educativo para Colima. Pero precisamos un proyecto que no sea sólo sexenal, sino estructural y de largo aliento, con metas claras y compromisos firmes.
La capacidad de proyecto debe traducirse en programas estratégicos y políticas públicas basadas en evidencias. La improvisación, rutina y ocurrencias no tienen más cabida.
Dos grandes retos observo: lograr que todos, niños y jóvenes, disfruten el derecho humano y constitucional a la educación. El artículo 3º pone el adjetivo: educación de excelencia. Ahora es un exceso retórico, pero es la obligación del Estado mexicano.
Antes de la pandemia ya estábamos lejos de lograrlo en todos los niveles educativos, en México y Colima. El panorama empeoró.
El segundo desafío es renovar el sistema escolar después del confinamiento, que mostró las fisuras en escuelas, familias y formación docente. Es obligado reorganizarlas y mejorarlas, aprovechando las lecciones de las experiencias propias y ajenas.
Donde haga falta, también deben restaurarse las escuelas para que puedan estar abiertas cuando retornen todos los estudiantes.
En ese esfuerzo, y para todas las carencias, materiales y pedagógicas, se requiere mucho dinero. No más austeridad en el sector educativo. Es generosidad financiera la que necesitamos de los gobiernos, con un ejercicio responsable, riguroso y rindiendo cuentas.
Entre los varios ámbitos que deben privilegiarse en los próximos años tenemos el de la formación de los nuevos maestros y la actualización de quienes ya laboran, con prácticas novedosas.
La magnitud del desafío que nos puso la pandemia demanda un ejercicio inédito para transformar el sistema educativo.
Nunca hubo tiempo que perder jugando a la escuelita. Hoy menos. Colima puede ser un buen ejemplo.