Diario de un hombre sentado en la plaza

Día 39. Danza con locos 2

Posted by Juan Carlos Yáñez Velazco

Apareció de repente. No me percaté ni por su olor. No sé si ya me estoy acostumbrando, como a los olores del jardín, del polvo corriente, del humo que lanzan las rutas, pero estaba ahí, frente a mí. Lo vi menos desaseado, o eso creo.

-Alguna vez leí que las ciudades son sus olores, sus colores, sus sonidos. ¿Tú piensas lo mismo? -me preguntó firme.
-Puede ser, sí, creo que sí.
-¿Cuáles serían los colores, olores y sonidos de esta ciudad?
-No lo sé. Dímelo tú -respondí todavía sorprendido, como esperando que alguna idea valiosa me subiera al tanque, para que no me descalificara con su crudeza.
-Anda, piénsalo y respóndeme. Tómate tiempo. Todavía falta para ir a tu jaula.
-Es que no puedo identificarlos todos, porque no nací aquí, porque no me siento parte de esta ciudad, porque no me resulta entrañable. Porque no es mía, ni yo de ella.
-Muy bien, eso ya es más inteligente -me dijo, pero no supe identificar su sinceridad o socarronería. ¿Entonces, cuáles son los olores, sonidos, colores de tu ciudad?
-No tengo ciudad. Soy de pueblo. Los tengo frescos en la memoria, aunque nunca más volví. Casi los puedo sentir, recordar, oler. Los olores de la caña quemada, de la fábrica de azúcar; la pestilencia del bagazo húmedo. Los sonidos de las sirenas llamando a los obreros para comenzar o cerrar su turno. Los colores azules del volcán y el cielo, los verdes de las cañas y la milpa, el oscuro de su cielo estrellado, la blancura de su niebla…
-¡Bravo! Casi poético.
-No jodas -le dije sincero.
-Jajajajaja es cierto. Me lo imaginé. Con tus palabras me trajiste imágenes. Eso es un lenguaje figurado, literario aunque primitivo.
-¿Y cuáles son los olores, sabores, colores de tu ciudad? ¿Esta es tu ciudad?
-No tengo una ciudad. Vivo en estas calles, pero la ciudad que habito está dentro de mí. Esa es la que tengo que cuidar. Pero de eso no hablaremos más. Es hora de irme. Y tú, también.

Se fue. Como siempre. Y como siempre, me dejó pensando. Primero, que él manda. Decide cuándo llegar, qué hablar y cuándo irse. Otra vez. No sé si me estoy cansando o empieza a gustarme este diálogo, esta danza verbal de locos que parece un sinsentido.

 

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