Fascitis plantar. Un par de palabras apenas dijo el médico. Lo miré sin comprenderlo. Su rostro, gélido, no se inmutó. Lo observé atento y entonces, como para sacarse una cucaracha de encima, respondió: es un problema común y nada grave, habrá que cuidarse. Es doloroso, pero con cuidados puede resolverlo y caminar normal. También puede regresarle. No supe qué decir. Ante un diagnóstico médico nunca sé qué responder, menos a los médicos que paga nuestro seguro, porque tienen unos escrúpulos que dependen del valor monetario de sus pacientes y el pago de nuestros servicios sanitarios.
Me puso un par de cintas en el tobillo, como una cruz, me explicó cómo y para qué puede servirme, y después me dijo que nuestra cobertura era insuficiente para ese tipo de tratamientos, que debería comprarlas con mis recursos. No esperaba algo distinto.
Salí cojeando de las instalaciones sanitarias como entré, tal vez un poco menos, pero con un aturdimiento mayor. Había llegado con un molestia, salía con un diagnóstico que no entendí. ¡Fascitis plantar! Tendré que informarme del tema.