Diario de un hombre sentado en la plaza

Día 45. El privilegio de vivir

Posted by Juan Carlos Yáñez Velazco

El fin de semana largo lo pasé en casa paterna, o tal vez debo decir, materna. Son ellas, en realidad, quienes nos cobijan, atienden, esperan y a veces sufren. Los recuerdos me invadieron en todo momento. Las fotos esparcidas en algunos lugares de las habitaciones me trajeron instantáneas felices y no tanto. Los rincones donde viví momentos especiales me los abrían, como si en automático tuviera en la memoria un más que veloz cinematógrafo.

Dudo de que los tiempos pasados hayan sido mejores. Habrá prácticas y costumbres que perdimos, en lo individual o social, pero el género humano alcanza hoy niveles mayores de educación o salud, de confort, vive más, tiene más opciones, para lo bueno y lo peor, claro. Y ya sabemos también que persisten el hambre, la miseria, el egoísmo, la superficialidad, la enfermedad, la maldad.

Creo que es la nostalgia de cada cual lo que hace, a veces, idealizar ese mundo perdido, o vivido sólo en la fantasía para asirse a alguna tabla de ilusiones, para escaparse de la tristeza de lo que ya no es o eludir el sentimiento de que el tiempo pasa y nos arrolla.

Esas y otras reflexiones se me revuelven en la banca de la plaza, indiferente al exterior en este primer día de la semana laboral. Una voz detrás me arranca de la especulación.

-Cuando te levantes por la mañana, piensa en el privilegio de vivir, respirar, pensar, disfrutar, amar.
-Hola, Diógenes -le respondo.
-Buenos días, aprendiz.
-¡Estás optimista! Tu caudal de virtudes crece todos los días -le contesto.
-Por fortuna, sólo nos vemos de cuando en cuando -ataja.
-Y ese pensamiento tan alegre sobre los privilegios vitales, ¿qué te lo inspira? Vienes en modo coach de superación personal.
-No me ofendas, transeúnte, no me ofendas. Es un pensamiento de Marco Aurelio, el emperador filósofo que murió un 17 de marzo, pero en el año 180 de nuestra era.
-Ah. ¿Me lo puedes repetir?
-Puedo. Aunque no debería. Aprende a escuchar. Toma nota en tu cabeza dispersa: “Cuando te levantes por la mañana, piensa en el privilegio de vivir, respirar, pensar, disfrutar, amar”. ¿Qué te parece?
-Me gusta. Alguna vez escuché a Eduardo Galeano una oración laica que decía algo así como: “vivir cada mañana como si fuera la primera, y cada noche, como si fuera la última”.
-¿Y por qué no a la inversa? Cada mañana como si fuera la última, cada noche, como la primera.
-Sí, podría ser también. Creo.
-Muy bien, entonces vive esta como si fuera tu última o tu primera mañana.

Giró a su derecha y emprendió la caminata. Lo miré unos metros con atención y me percaté de una cojera leve en la pierna izquierda. No la había observado. En realidad, no lo había visto nunca con detenimiento. Y de él, sólo sé que no sé nada.

¿Volverá?

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