Diario de un hombre sentado en la plaza

Día 46. Locos y necios

Posted by Juan Carlos Yáñez Velazco

Preso de una somnolencia insoportable, por la pesadez de la comida y el calor del mediodía, salí de la oficina para caminar en la plaza. Aunque las mañanas son frescas, con 18 o 19 grados, el mediodía puede duplicar esa temperatura y volverse un viacrucis para quienes no somos nativos del trópico, o no nos acostumbramos.

Huyendo de los rayos del sol busqué una banca sombreada. Otras personas pensaban igual, así que debí tener paciencia hasta encontrarme una que estaba frente a tres hombres mayores en conversación animada. Saludé cortés y con el sudor corriendo por la espalda respiré lento para tranquilizarme.

Apenas sentarme, sin pretenderlo, entendí el tema de los adultos masculinos. La política, las campañas presidenciales, las candidatas. Los tres, supongo, del mismo signo partidista. Uno, en especial, hablaba sin parar. Los otros asentían, gruñían, sonreían y yo, frente a ellos, inevitablemente debí tragarme el monólogo. Primero traté de ausentarme y mirar la nada. El hombre mayor no paraba de fustigar a la candidata rival. Su tono de voz era más alto de lo necesario, como si estuviera en mitin. Los insultos y descalificaciones estaban embebidos de una presunta sapiencia político. Opinaba de todo, de lo bueno de su candidata y de lo pendeja de la rival. Quince, veinte minutos aguanté. Tenía ganas de preguntarle por los presuntos logros y virtudes, en un tono nada fastidioso, como un alumno ignorante a un profesor todo sapiente. Sin ánimo de pelear ni ofensas. Dos veces me contuve. La tercera no aguanté. Me despedí mascullando un insulto: buenas tardes, señores, ojalá su candidata, la señora les cumpla sus promesas y, de paso, les quite lo imbéciles; aunque a su edad, ni la virgen de Talpa.

Caminando escuché una mentada de madre que me desató la carcajada y arrancó del sueño.

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