Diario de un hombre sentado en la plaza

Día 65. Nodal y la bolsa de Angela

Posted by Juan Carlos Yáñez Velazco

–¿Tienes mala pinta? –me dijo sin saludarme.

Lo miré sorprendido. Estaba frente a mí. No lo esperaba y menos con esa pregunta inicial. La sentí acusatoria, quizá porque me descubría.

–¿Dormiste mal, tienes problemas? –volvió a la carga, con tono amistoso.

–Dormí mal; problemas, los habituales, entonces, diría que no. El calor fue sofocante y el ventilador no bastó. Estoy cansado.

–Malo. Dormir mal es uno de los síntomas de la sociedad actual, tan acelerada e tecnologizada, hiperestimulada, pero incapaz de controlarse a sí misma para esa actividad elemental del descanso.

–Sí, así parece. Y si lo dices tú, se acerca a lo cierto.

–Llegarán las lluvias pronto y podremos dormir mejor –su tono ya era empático, casi compasivo. Con el tono me reconfortó y olvidé la mala onda inicial de su llegada.

Sonreí amistoso y lo invité a sentarse al lado.

–¡Qué amable! Pensé que nunca lo dirías.

–Nunca lo tengo que decir, ni tu esperar. No lo haces. Llegas y te sientas. Hoy no sé por qué esperabas.

–Te vi erizado de ánimos, así que no me arriesgué a provocarte.

–Te voy a contar algo más. Creo que a la mala noche sumé una nota que me brincó al abrir la computadora esta mañana mientras preparaba el café. Era una noticia en forma de pregunta: “¿Sabes cuánto costó la bolsa que le regaló Nodal a Angela?”.

–No tengo idea, ni del costo ni de los personajes –me dijo socarrón, con los ojos pelados.

–¡Ya lo sé! Te estoy contando lo que me apareció y me puso de peor ánimo. ¿Por qué tendría que interesarme la vida de Angela, Nodal y la bolsa que le regalaron?

–Porque vives en esta sociedad de la banalidad y la estupidez –disparó veloz la respuesta.

Moví la cabeza sin ton ni son. Lo observé a la cara y su mirada era paciente, profunda.

–¿Y por cierto, cuánto costó? –me dijo, soltando la carcajada más estruendosa en esta plaza solitaria.

Reímos ambos y sin decirnos una palabra nos despedimos. Esta vez él se quedó en la banca y yo emprendí la caminata a la oficina.

–Oye –gritó–, olvidaste tu café.

Related Post

Leave A Comment

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.