El balance del sexenio de José Ignacio Peralta Sánchez tiene números rojos en materia educativa. Los principales indicadores cancelan optimismos y desatan preguntas.
Esa conclusión observo a partir de analizar la información de la Secretaría de Educación Pública, en el documento electrónico “Principales cifras del Sistema Educativo Nacional” de los ciclos escolares 2016-2017 y 2020-2021. El primero que tocó planear al equipo del gobernador y los datos más recientes, publicados hace unos días.
El examen de cuatro niveles educativos (primaria, secundaria, media superior y superior) y cinco indicadores (abandono, reprobación, eficiencia terminal, cobertura y tasa neta de escolarización) pinta un panorama desalentador para Colima en los años del gobierno actual, especialmente desastrosos en primaria y secundaria.
A manera de ilustración, expongo algunos datos del sexenio.
En primaria el abandono entre ambos ciclos escolares de referencia pasó de 0.9 a 0.6 %; pero la reprobación aumentó del 0.8 al 1.2 %. La eficiencia terminal disminuyó de 103.3 a 95.6 %; la cobertura bajó de 100.4 a 92.8 % y la tasa neta de escolarización de 93.5 a 87.5 %.
Para dejarlo claro: cobertura es el “número total de alumnos en un nivel educativo al inicio del ciclo escolar, por cada 100 personas del grupo de población con la edad reglamentaria para cursar ese nivel”. La tasa neta de escolarización es un indicador más fino, pues se define como el “número de alumnos en un nivel educativo al inicio del ciclo escolar del rango de edad típico correspondiente al nivel educativo, por cada 100 en el mismo grupo de edad de la población”: 6-11 años en primaria, 12-14 en secundaria y 15-17 en media superior. En ambos indicadores, Colima es la entidad con los peores números en primaria, lo que refleja incapacidad para lograr que todos los niños ingresen.
La secundaria sólo tiene un renglón positivo: disminuyó la reprobación de 6.4 a 2.2 %, aunque el promedio del país es de 1.8 %. Todos los demás empeoraron con respecto al ciclo 2016-2017: el abandono creció de 0.7 a 2 %; la eficiencia terminal bajó de 96.4 a 91.7 %; la cobertura de 98 a 87.8 %, para ubicarse como la entidad número 29 en México. La eficiencia terminal cayó de 83.9 a 77.2 %.
En educación media superior el balance tiene claroscuros: el abandono creció de 13.3 a 14.1 %; la reprobación bajó de 8.6 a 6.2 %; la eficiencia terminal disminuyó de 67.8 a 65.7 % y la tasa neta de escolarización de 58.2 a 53.6 %.
En educación superior hay menos información. El único indicador comparable es cobertura total, que incluye la matrícula escolarizada y no escolarizada, sin posgrado. Mientras en el país pasó de 37.3 a 42 %, en Colima bajó de 41.4 a 38 %.
El análisis completo podría llevarse varias páginas. Por ahora, la conclusión es funesta: en Colima, entre ambos ciclos escolares, ingresaron menos estudiantes a cada uno de los niveles y egresaron menos.
En el ciclo escolar 2020-2021 se confirma que nuestro estado está muy lejos de ser ejemplo para el sistema educativo mexicano.
Más allá de las flaquezas de nuestras bases informativas, los indicadores son una de las herramientas más valiosas para evaluar los progresos del país y en las entidades federativas, comparándolas en el tiempo y con el resto.
La evaluación de un sistema educativo no puede tomar sólo algunos indicadores, por supuesto, debe ser amplia y comprensiva, pero si no logra el piso mínimo, esto es, que ingresen todos los que deben y concluyan con éxito cada ciclo lectivo, el derecho a la educación se lastima para segmentos considerables de la población.
Hoy, el derecho a la educación en Colima es materia reprobada, pero también, la línea de partida para que el gobierno nuevo emprenda una transformación extraordinaria. Ese es el reto. ¿Quieren? ¿Pueden?