Inspirado en el Diccionario del Diablo, de Ambrose Bierce, y ante el tsunami electoral que nos devorará en los próximos meses, voy de a poquito escribiendo mi propio diccionario para sobrevivir a la “fiesta de la democracia”, sin perder cordura y humor. Aquí, algunos avances.
Anarquía: El sueño de algunos y la pesadilla de otros, pero todos libres de hacer lo que quieran, incluso acertar.
Autoridad: Concepto que los políticos afirman tener para justificar sus abusos de poder, cinismo e incompetencia.
Candidatos: Personajes que se presentan como salvadores de la humanidad, el municipio o distrito electoral, pero terminan siendo los reyes (reinas) del bla bla bla.
Campañas electorales: Festivales donde los políticos prometen el cielo y la tierra y entregan un poco de lodo.
Ciudadano: Individuo ignorado por los políticos hasta que se acerca la siguiente campaña electoral.
Democracia: Sistema donde el poder emana del pueblo y regresa al pueblo en forma de impuestos y, a veces, de dádivas que no resuelven su situación.
Gobierno: Grupo de personas que pasan el tiempo culpándose mutuamente por los problemas y tomando decisiones atrabancadas, en el mejor de los casos, sin consecuencias.
Partidos: Clubes de élite donde se congregan los aspirantes a gobernar para pelearse el pastel y llenarse los bolsillos. Da igual si se dicen de derechas o izquierdas, jóvenes o viejos.
Pueblo: Ente abstracto al que los políticos prometen servir mientras se sirven a sí mismos en la mesa del poder.
Voto: El acto de libertad condicional donde los ciudadanos eligen entre la peste y el cólera, con la esperanza de que uno no los mate demasiado.